El pasado 24 de julio se estrenaba The Hills: New Beginnings, el reboot de una de las producciones que más beneficios le ha otorgado a MTV y que pese a que hace nueve años que dejó de emitirse, mantiene un muy buen posicionamiento entre sus fans. La sintonía volvía a ser el famoso himno musical de Natasha Bedingifield, “Unwritten”, pero remezclado para adaptarse -según ellos- a los nuevos tiempos.
Nueve años han pasado también desde que dejamos de tener noticias de la cantautora inglesa que se hizo con medio mundo allá por 2006 y que, de la noche a la mañana, se olvidaron de ella por completo. Quizás fue por su complicado apellido, o por las desastrosas decisiones musicales que tomó su sello musical con lanzamientos escalados de sus temas, la disparidad de canciones en sus álbumes dependiendo de la región del mundo en el que se vendiese o simplemente porque no estaba preparada para ser un icono más en la alfombra de las estrellas.
Independientemente de las causas de su desplome, canciones como Pocketful of Sunshine, These Words o Soulmate se han sumado a lista de temas de toda una generación, y que ya solo por su voz rasgada y el tacto que tiene a la hora de interpretarlas, merece escucharlas por lo menos una vez en la vida.
La chica vio el percal donde se había metido y rompió sus acuerdos con Epic Records a mitad de década, después de algunos pinitos muy raros que no terminaron de gustar a sus fans y que decidieron tirar la toalla esperando The Next Chapter, el que iba a ser su cuarto disco y que quedó en simples deseos sin cumplir.
“Roll With Me” es, posiblemente, el álbum mejor producido e interpretado por la cantante. Atrás queda la larga lista de productores que dirigieron sus anteriores trabajos: ahora sólo es un proyecto conjunto ente Linda Perry y ella, con canciones R&B muy íntimas y espirituales, hasta canciones con aderezos de reggae-pop/rock que realzan una auténtica frescura en sus letras y composiciones.
Roll With Me no es Unwritten. Por no tener no tiene ni un solo tema que le gane en composición a esos bridges y coros tan remarcados de su primer trabajo. Va a pasar totalmente desapercibido, pero seamos francos, de su primera obra, al igual que del resto de sus álbumes, se salvan dos pares de canciones por disco, y da gracias. Su aparente obsesión por tener una canción sobre cada género musical en cada disco que ha sacado la nublaron un poco del soul y del R&B con el que tan cómoda se sentía, y esa energía se vuelve a sentir en Roll With Me. Un álbum encantadoramente cohesionado, sencillo y que no busca el éxito comercial, sino devolverles a sus fans -o lo que quede de ellos- un motivo para seguir confiando en su música, y lo ha conseguido con creces. Es un viaje lleno de referencias a sus anteriores trabajos, donde además se atreve a probar nuevos estilos y que, sorprendentemente, casan a la perfección con su registro vocal.
Cabe remarcar que un álbum exento de malas decisiones no sería un álbum de Natasha Bedingfield, y por ello tiene sus cositas incomprensibles que conviene comentar, como el hecho de tener dos portadas para el mismo disco (se vio un poco a forzada a cambiarla porque la bota con patines no terminó de convencer a los fans, pero su cara plasmada en blanco y negro parece incluso una peor decisión) y algún que otro tema que ha dado problemas en las versiones de streaming al escuchar el álbum, como la versión acústica de Roller Skate, en la que se oye algún que otro zumbido, como si estuviera mal ecualizada. En fin, nada que no se pueda solucionar en el lanzamiento, aunque se desconoce si ocurre lo mismo en la versión retail.
El disco abre con Kick It, el segundo sencillo del álbum y uno de los más potentes a nivel melódico. Habla acerca de las relaciones de larga duración y las dificultades que se encuentran para que el proyecto conjunto funcione. “Patéalo si quieres que dure” dice durante el estribillo, con un ritmo pegadizo y que sin duda será de las canciones más memorables del disco.
Roller Skate hace acto de presencia a continuación, como una sucesora espiritual de Pocketful of Sunshine, con beats propios del pop electrónico y del soul. Una letra simple, sin apenas significado, pero que invita a imitar los fantásticos coros de la canción de forma casi involuntaria.
Everybody Comes Together, junto con Angel Haze, se corona como el tema más R&B/pop del álbum, y que suena como de principios de la década pasada. Un pequeño homenaje a su opera prima y que trae ese buen rollo despreocupado que tanto la caracteriza. El rap de Haze en el tercer verso la enriquece significativamente y lo vuelve todo más irresistible.
Hey Papa empieza a mostrar los tintes del reggae-rock y new wave propios de The Police, cargando duramente contra el sueño americano, el uso de las armas y el nacionalismo ciego de los estadounidenses, preguntándose por el devenir de las futuras generaciones, quizás ahora más comprometida con la política desde el nacimiento de su hijo Solomon el pasado año.
King of the World es posiblemente una de las baladas más dulces y bonitas que ha compuesto Bedingfield en toda su carrera musical. La canción nos habla de la vida de su pequeño hijo, y de cómo ve el mundo a través de sus ojos. Él se siente el rey del mundo cuando está con ella, y ella se siente completa y realizada cuando está a su lado. Sólo hay que ver lo unidos que estaban en Oceanside cuando presentó el sencillo el pasado mes, mientras lo acunaba entre sus brazos a ritmo de la melodía.
Where We Going Now y Can´t Look Away son tristes baladas que pretenden recoger un poco la esencia de sus temas más melacólicos de su disco Strip Me, -como Break Thru y Try-, pero con una base que deja respirar mucho mejor a la melodía y no satura tanto como los del anterior álbum.
Can´t Let Go es un tema de folk-pop, un poco inusual en el registro al que nos tiene acostumbrados, y que recuerda en gran medida al tema What Do I Know? De Ed Sheeran.
No Man I See es otro de los temas reivindicativos del álbum. Ya se adelantó a denunciar por Instagram el machismo que ha sufrido desde que comenzó en la industria y las veces que ha sentido presionada por las opiniones de “profesionales” acerca de su maternidad, su físico y su edad, y que por primera vez recoge en una canción por tal de liberar esa presión.
Sweet Nothing -con su primer E de explícito- es otra de las destacadas del álbum. Con una adictiva base pop psicodélica, recuerda mucho a Hey Boy, la primera canción que hizo en colaboración con la que acabría siendo su co-productora, Linda Perry, hace ya dos años.
Para soltar su chorro de voz se reserva Wishful Thinking y It Could Be Love, y -junto con I Feel You- conforman el trío más romántico del disco.
Real Love cierra el disco de una manera similar a como lo empezó Roller Skate y deja un muy buen sabor de boca, con una mezcla indie-bigband y que deja la puerta abierta a un quinto álbum que quizás llegue mucho antes de lo que esperamos (el récord lo tiene en ocho años y medio).
Es posible que alguna canción acabe siendo carne de anuncio y que pueda darle algo más de visibilidad, pero ni de lejos llegará a pegar tan fuerte como lo hacía diez años atrás. Como decía al principio, la intención principal de este disco se centra más en recaptar a su antiguo público antes de adentrarse de lleno en un nuevo target con un futuro proyecto quizás más comercial. Es una carta de agradecimiento de tantos años de espera, hecho con mucha dulzura, y que por primera vez parece ella visiblemente más emocionada por mostrarle a sus fans lo que ha preparado que ellos por escucharla.
Artículo publicado en DetachedSound por Joel Chaou el 1 de septiembre de 2019.
Comments